Vivir la Pascua Cada Día
Hemos celebrado con gran alegría el Misterio Pascual de Jesucristo: su paso de la muerte a la vida. ¿Te has puesto a meditar que nosotros también seguiremos este camino de Cristo? Moriremos, llegaremos al cielo y el Padre nos resucitará por medio del Espíritu Santo.
Pero para poder llegar al cielo, necesitamos andar por las mismas sendas que pisó Jesús. Sin cruz, es decir sin sacrificio, no podremos entrar en la gloria.
Hoy quiero recomendarte dos cosas para vivir esta espiritualidad pascual todos los días. Son consejos que, sin duda, nos preparan para el cielo.
En primer lugar, seguir la Liturgia semanal de la Iglesia. Podemos vivir otra vez el Jueves Santo adorando a Cristo en la Hora Santa de nuestra parroquia. Recordaremos su sacrificio por amor a nosotros al meditar la Pasión del Señor, con el rezo del Viacrucis los viernes. Y claro, celebramos la Resurrección de Cristo asistiendo a misa cada domingo.
El segundo consejo es vivir la virtud de la alegría. La he llamado virtud para distinguirla de un estado de ánimo. En ocasiones sólo reaccionamos al ambiente. "Me siento bien sólo cuando compro cosas", "cuando gana mi equipo de futbol favorito" o "cuando alcanzo una meta". En este sentido, a veces estamos tristes todo el día únicamente por la mala actitud de una persona o por la frustración de no haber logrado una expectativa.
Estoy convencido de que hay formas de ejercitar la virtud de la alegría, por ejemplo: poner buena cara cuando no tengo ganas, destacar las cosas buenas de la persona que está a mi lado y ver con esperanza el futuro. Inténtalo.
Quizá el momento en donde apreciamos con más claridad el nexo entre cruz y Resurrección es cuando ofrecemos nuestros sufrimientos a Dios. Hazlo así y experimentarás que el Señor derrama su gracia sobre ti.
Recuerda, la verdadera alegría es un don de Dios, búscalo. ¡Felices Pascuas de Resurrección!
El Padre Juan Pedro Alanís Marroquín nació en Monterrey, N. L. Es especialista en Teología Dogmática por la Universidad Pontificia de México. Fue ordenado presbítero el 15 de agosto de 2007 y ha sido Vicario Parroquial en la Basílica de Guadalupe, la Natividad del Señor y la Ascención del Señor.
