La Tentación de Desconfiar
¿Por qué no podemos ver a Jesús y a María?, mi hijo ha estado preguntando últimamente a la hora de dormir.
Como Mamá primeriza y en proceso de profundización de su fe, a veces sus preguntas me toman por sorpresa y no sé qué contestar.
Pero esta vez, no tardé mucho decirle: "Bueno, porque ellos viven en el Cielo, nosotros no alcanzamos a verlos desde aquí, pero ellos sí y siempre están guiando nuestros pasos y cuidándonos desde allá".
Después de esa pregunta inicial, la conversación siguió con: "¿Pero por qué viven en el Cielo?", "Yo quiero que vivan aquí" y "Yo ya quiero verlos, ¿cuándo los vamos a ver?".
Con toda la confianza del mundo, contesté: "Sí, su casa está en el Cielo, pero ellos siempre están presentes en todo lugar y, cuando Dios nos mande llamar, iremos al Cielo y estaremos con ellos".
Listo, se quedó muy convencido con la respuesta y después de eso, ahora sí a descansar.
Tener Niños y educarlos en la Fe es en sí reeducarse uno mismo. Es toda una experiencia de fortalecimiento de la propia fe verlos confiar ciegamente, sin dudas, sin reservas, en las respuestas que les damos y también en lo que ellos solitos van aprendiendo sobre Dios.
¡Ojalá no perdiéramos jamás la confianza de un niño!
Precisamente, uno de los peores obstáculos para crecer en la fe con los que "choco" casi todos los días es la desconfianza.
Cuando me siento más feliz y el día en que más procuro mis momentos de oración, de repente, sin aviso, me llegan las frías dudas, de cualquier cosa.
Una que no falla es la de: "¿Y si mañana perdiera a la familia que Dios me ha permitido formar?". Y bueno... me angustio y pierdo por unos minutos el enfoque de lo que estoy haciendo.
Pareciera como si, entre más caminara a la vida de la fe, más temores se presentaran en el camino. ¿Te ha sucedido?
Pero Dios jamás nos abandona, pues aún las pruebas que se nos presentan, tienen un sentido: buscan llevarnos un poco más hacia Él.
Hay pequeñas situaciones diarias, destellos de Dios que nos hacen recobrar la fuerza y la confianza y de ahí es donde hay que agarrarnos.
Hace como un mes le decía a mi esposo que tal vez era tiempo de cortar de raíz unos arbustos que no retoñaron el año pasado después del crudo invierno. "Si no volvieron en 12 meses, ¿qué podemos esperar?, vamos a sacarlos".
Pasaron varios días de esa conversación y una mañana vi con sorpresa hojas nuevas en las raíces de cada uno arbolitos que parecían estar muertos. ¡Estaban de regreso!
Lo confieso, otra vez me ganó la impaciencia y desconfié.
Es increíble cómo hasta en las cosas cotidianas más simples, Dios nos da una lección de Su grandeza y de Su infinita sabiduría. Y esa mañana, le dije: "Gracias, Señor, hoy me has hablado".
Él tiene sus planes para nosotras, sus tiempos, sus momentos y no hay manera de que nuestra voluntad pueda forzarlos. Lo único que podemos hacer, como hijos del Padre, para bloquear la desconfianza es orar mucho, mantenernos en Su presencia, confiar como niños en Su amor, contra todo pronóstico, y esperar.
En el capítulo 8, "La Comunión de los Santos", de la serie "Catolicismo", el Obispo Robert Barron cuenta cómo la Madre Teresa de Calcuta y Santa Teresa de Liseaux sufrieron mucho durante sus vidas al experimentar una y otra vez "desiertos de fe", donde se cuestionaban la existencia de Dios. Me sorprendió mucho la primera vez que escuché esto, pero a la vez, me llenó de esperanza.
Dice Jesús a Santa María Faustina Kowalska, la llamada Apóstol de la Misericordia: "La desconfianza de las almas desgarra mis entrañas" (Diario, 50) y le fortalece en numerosas ocasiones diciéndole, "no tengas miedo, no te dejaré sola" (Diario, 258).
En respuesta a esto, ella le promete en muchas ocasiones "su confianza de niña".
Sólo los niños creen ciegamente, quizás por eso son tan felices y disfrutan cada día de la vida...
No importa qué tan incierto se vea el panorama, no podemos dejar que los dudas y la desconfianza ganen terreno en nuestro corazón.
Estamos en una batalla, sí. Pero Dios siempre nos acompaña en la prueba y nos levanta, si le entregamos nuestra vida y si buscamos en todo su voluntad, antes que la propia.
En Mateo 14, Jesús camina sobre el mar y le pide a Pedro que lo acompañe, que haga lo mismo. Es un pasaje que refresca mis ánimos y me hace sonreír:
"De madrugada, fue Jesús hacia ellos caminando sobre el mar...
Jesús les dijo al instante: <<Ánimo, no teman, soy yo>>.
Pedro contestó: <<Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti caminando sobre las aguas>>.
Jesús le dijo: <<Ven>>. Pedro bajó de la barca y caminaba sobre las aguas, para llegar a Jesús. Pero, al fijarse en la violencia del viento , tuvo miedo y comenzó a hundirse.
Entonces gritó: <<Sálvame, Señor>>.
Al instante, Jesús extendió la mano, diciendo, <<Hombre de poca fe, ¿por qué vacilaste?>>".
¡Señor, renueva siempre nuestra confianza en Ti, aún en medio de la tempestad!
Nelly Sosa es Esposa y Mamá Católica. Su experiencia como periodista y su reencuentro con Dios en el campo la trajeron a El Árbol Menta. Disfruta compartir sus experiencias familiares, recomendar recursos de crecimiento espiritual y cómo vivir alegre todos los días.