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Tratar de entender la Resurrección




El Padre Martín decía en su homilía de la Vigilia Pascual que tratar de entender la Resurrección es como querer explicarle los colores a un ciego.


Me quedé pensando algo en eso y en cómo pretendo con mi limitado entendimiento captar un poco si quiera de quien es Dios.


Luego se me vino a la mente la historia de Hellen Keller, cuya autobiografía leí hace algunos años.


Nació a finales del siglo XIX, era sordociega debido a una enfermedad contraída de bebé y aún así fue escritora, activista política e impulsora de los derechos de personas con capacidades diferentes.


Me quedé sorprendida de todo lo que fue capaz a pesar de su discapacidad. En su libro narra cuánto le costó de niña entender lo que eran las palabras, las letras, la luz u oscuridad, diferenciar las vibraciones en su garganta y aprender el braille.


Logró todo eso con la ayuda de una maestra paciente, Anne Sullivan, quien estuvo con ella gran parte de su vida y le fue mostrando poco a poco un mundo nuevo en el cual podía aprender a expresarse, y mejor aún, comunicarse.


Mientras iba entendiendo lo que eran las palabras y su vocabulario se fue expandiendo, una esperanza y una curiosidad fue creciendo, una esperanza de que algo diferente podría ser posible, y que aunque no pudiera ver, ni escuchar, ya no iba a vivir más en oscuridad porque su alma se fue iluminando poco a poco, adquiriendo un nuevo brillo que ella ni si quiera conocía o alcanzaba a percibir.


Creo que algo así parecido pudiera ser la experiencia de vivir en la Resurrección: creer que algo diferente y nuevo es posible, que no todo en mi es pecado y caos y que sobretodo el mal, soy obra del amor de Dios y eso es lo más importante.

Lo poco o mínimo que alcanzo a percibir de Él alienta mi alma para querer seguir conociéndolo, creyéndole y amándole.


No importa si por el momento veo todo en blanco y negro o alcanzo a penas a diferenciar las vibraciones de mi voz, diciendo pequeñas palabras apenas entendibles, lo que importa es que sé que un día podré ver todo a color, verlo a Él en toda Su gloria; aprenderé a hablar el lenguaje del amor y mi alma tendrá un nuevo brillo que yo también podré conocer.




Marifer Icaza es consagrada y vive su vocación en Instituto Secular de Vida Comunitaria Eliya, ejerciendo su apostolado en Centro de Rehabilitación la Rosa. Confía en que sólo un encuentro personal con Jesucristo libera al ser humano de todas sus ataduras y le regala la plenitud para vivir en el amor.

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