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Aletheia López: Permaneciendo en Él


Foto: Cathopic/Vanesa Guerrero, rpm



Aquella tarde cálida de mayo del 97, a la sombra de los fresnos y bajo la mirada de bronce de Alfonso Reyes, todo parecía igual que los otros días: los chavos de primero carcajeándose, el chico de los libros usados leyendo su mercancía, y los filósofos en las jardineras tomando café y fumando como desesperados, rememorando la noche anterior vivida entre argucias y cervezas en la cantina del Güero.


Sí, todo era como siempre y, sin embargo, algo pasaba en mi interior, mis pensamientos estaban lejos de aquel entorno conocido.

El tiempo avanzó pronto, casi ni tomé conciencia de lo que vivía; entre la Facultad y los coloquios politiqueros en la Cafeta, bebiendo incontables vasos de café y respirando tanto humo de cigarro como el que, creo, jamás habré de respirar en lo que me quede de vida, allí viví mis primeras crisis existenciales.


Florecía la rebelde que me habitaba, sentía una violencia en mi interior y unas enormes ganas de cambiar al mundo, tenía prisa; pero al mismo tiempo, sufría la frustración y la impotencia de ver que por más que me esforzaba ¡nada cambiaba!, como si todo dependiera de mí y yo no estaba haciendo las cosas bien.


Por esos años fueron también las misiones, las Horas Santas y los quince misterios del Rosario, hice amistades fuertes y profundas, que aún conservo y espero que permanezcan toda mi vida.


En esos ires y venires conocí las delicias del fervor, sentía tu Amor, lo sentía pegado a mi violencia con una fuerza que creo me hubiera hecho caminar sobre fuego.

Todo me hablaba de Ti: el aire que respiraba, los cantos, las mariposas, los salmos y el incienso. Entre aquella agitación de mi vida, lo único que realmente deseaba era estar delante de Ti, porque en tu presencia yo estaba menos conflictuada y más cómoda. Pero ¿eras Tú o una evasión de la realidad o un calmante para mi incipiente conciencia de ser y estar?


Era el año 2000, el Año Jubilar, fue un año muy intenso en mi vida con Dios y en agosto, durante el sopor de la canícula, llegó a mis manos los Recuerdos de Isabel de la Trinidad, -una monja de la que había escuchado mucho durante las misiones de Semana Santa-, saboree cada página, ¡mi alma estaba siendo sacudida! ¿Era verdad que mi alma era habitada?, ¿es posible adorar a Jesús en medio de las actividades de cada día y no necesariamente pasándote horas en la Iglesia?, ¿podía realmente ofrecer pequeños sacrificios como actos de amor? Descubrir esas verdades cambió radicalmente toda mi vida. Ya nunca nada será igual para mí.


En enero de 2001, después de mucho meditar, llorar, reír, ir viendo los acontecimientos de mi vida con otros ojos, fui con mi director espiritual y le dije: – Creo que Jesús me ha elegido para Él. Y él sonriendo y abrazándome contestó: -¡Hasta que te diste cuenta!

Empecé a hacer mi camino conociendo algunas comunidades religiosas, pero con ninguna me sentía plenamente feliz, sólo silencio había en mi corazón.


Hubo momentos en los que pensé que la vocación me la había inventado, estaba en franca depresión. Esta vez, el director espiritual callaba. Varios meses después, luchando contra toda esperanza, siguiendo mi búsqueda, mi párroco me dio la luz. Él me habló del Orden de Vírgenes Consagradas y cuando empecé a conocerla, más cierta era en mí la llamada a ese estilo de vida.


Desde la Solemnidad de Cristo, Rey del Universo, de 2004, soy esposa de Jesús, madre espiritual de todos, virgen como la Iglesia que vive sólo para su Esposo, eso es lo que quiero vivir cada día de mi vida, permanecer plenamente en Él, habitar en su Corazón.

Mi historia con Jesús, está llena de subidas y bajadas, de tropiezos y aciertos, pero llena de misericordia y ternura. Lo digo sin miedo y con certeza: Él es fiel.


Te amo, Jesús, desde el fondo de mi nada y te amo desde la enorme dignidad de la que me has colmado, no por haberte elegido yo a Ti, sino porque Tú me elegiste a mí y me consagraste para ser tuya.



Aletheia López Valdivia, vc+ Orgullosamente nicolaíta, virgen consagrada de la Arquidiócesis de Monterrey. No convencional. Licenciada en Letras Españolas (UANL). Oximorón, Dodgers y Sultanes. Buscadora incansable del rostro del Amado en los que Él ama. Cristiana en construcción, despacio pero siempre adelante. Con café y con amigos, por favor.


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