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Conocerte Señor, el objetivo de toda mi vida


Hubo un tiempo en el que, cuando estaba en Misa, todo lo que escuchaba se desvanecía de mis oídos. Me distraía con facilidad, mi mente volaba a cualquier otro lugar.

La riqueza y el maravilloso regalo de la Misa como máxima forma de oración estaban velados ante mis ojos.

Si reviso entre mis recuerdos, esta desconexión de mi corazón con la Palabra del Señor, la oración y el Milagro de la Eucaristía, vinieron en un tiempo en el que mi fe estaba muy golpeada.

Por la gracia de Dios, continué. Seguí yendo a Misa, rezando a mi manera, aunque más por costumbre que por reconocimiento del don.

Pero un día, mis oídos se abrieron...

La Palabra de Dios entró profundamente en mi corazón y finalmente pude escuchar al Dios Vivo, hablándome a mi, directamente, de mis batallas, de mis dolores, con una fuerza y claridad que nunca antes había percibido.

Empezó a hacerse realidad en mi alma esta cita de San Pablo:

<<En efecto, la Palabra de Dios es viva y eficaz, más penetrante que espada de doble filo. Penetra hasta la raíz del alma y del espíritu, sondeando los huesos y los tuétanos para probar los deseos y los pensamientos más íntimos>>, Heb 5,12.

Poco después, el Misal mensual se hizo mi compañero. Encontré en su lectura diaria un alivio a mis preocupaciones.

Y así, con el paso de los meses, la Palabra de Dios ha ido anidándose en mi.

Al inicio de este año, ávida de conocer más al Señor, me propuse como meta algo que siempre había querido hacer: leer toda la Biblia en un Año.

He estado navegando por las densas aguas del Antiguo Testamento, desde Génesis hasta la 2a de Reyes, pasando el evangelio de Marcos, las cartas de San Pablo y el evangelio de Mateo.

Sigo avanzando, pero he bajado el ritmo porque he llegado a la conclusión de que esto no es para mí...

Leer la Biblia con una "fecha límite" no es para mí. Siento que Dios me llama a algo diferente: a profundizar en Su Palabra para poder vivirla y llevarla a los demás.

Quiere que me adentre en esas aguas y que no sólo "navegue" por los pasajes que me toca leer a diario, o lo haga con prisa para poder terminar el recorrido "en un año".

Entre más leo la Biblia, más lo entiendo...

Me convenzo de que no soy yo la capitana de éste barco. Quiero darle a Él las riendas de mi formación espiritual.

Quiero escuchar más Su voz y menos la mía, quiero que Su Palabra sea la respuesta a mis temores y clamores diarios.

Éste reto de la "Biblia en un Año" me ha dejado ver que Él quiere caminar conmigo y que juntos disfrutemos del viaje; me está haciendo crecer en escucha, paciencia y humildad.

Quiero rendirme, ir a Su paso, al paso de mis responsabilidades de esposa y madre, y no al mío.

Quiero sentarme todas las mañanas a contemplarte, Señor, y a centrarme profundamente en Tu mirada.

Quiero aprender a reconocer Tu voz, cada vez más, entre todas las voces del mundo.

Quiero que me dirijas y me corrijas, que cuando me pierda, Tú me encuentres.

Como sugiere Dan Burke en su libro "Spiritual Warfare and the Discernment of Spirits" ("Guerra Espiritual y Discernimiento de Espíritus") sobre las reglas de discernimiento de San Ignacio, quiero que la voz de la mentira que me dice que no soy merecedora de Ti, sea reemplazada por Tu voz de amor y misericordia, esa que encuentro cada mañana en las Escrituras.

Seguiré caminando, Señor, seguiré buscándote cada día, desde mi frágil humanidad, desde mi volátil espiritualidad, desde mi corazón sediento de Tu sabiduría.

Dame la gracia de seguir avanzando y explorando Tu grandeza y Tu poder sin prisas, descansando en el entendimiento de que conocerte (y reconocerte), no es cosa de un año, sino que será el objetivo de toda mi vida.

Septiembre es Mes de la Biblia, pidámosle a Dios que nos regale ese continuo hambre de Su Amor y de Su Palabra y esa confianza absoluta en Su poder que nuestra alma necesita.

Nelly Sosa nació en Monterrey y es comunicadora, esposa y mamá católica homeschooler de dos niños que no dejan de sorprenderla todos los días. Su gozo por reencontrarse con Dios en un pequeño pueblo en Pennsylvania la inspiró a compartir sobre su camino de fe en El Árbol Menta. Cree firmemente que la Palabra de Dios, los Sacramentos y el apostolado cambiarán al mundo.

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