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Un Dios Silencioso


¿Por qué calla? ¿Por qué no se hace más evidente? ¿Por qué ante la duda no se manifiesta? ¿Por qué ante nuestras plegarias la única respuesta aparente es su silencio?

Creo que éstas preguntas no son nuevas, son universales.

Todos en algún punto de nuestras vidas nos enfrentamos con la dureza del silencio de Dios, algo que hace estrellar nuestra duda, que se siente como un punto sin retorno para nuestra fe.

Un día nos encontramos ajetreados por la vida, con horarios saturados, con un sinfín de actividades por hacer y compromisos pendientes, pero de repente, algo llega y nos paraliza a todos por completo: una “pandemia mundial”.

Y nos vemos en la necesidad de posponer todo para entrar en cuarentena.

Nos enfrentamos a una nueva realidad, y ya no hablando sólo del mundo en sí, sino de una nueva realidad con nosotros mismos, en la que nos vemos obligados a convivir cada minuto con nuestro “yo".

En la que no poder hacer nada nos hace pensar en todo y darnos cuenta de tantas cosas que habíamos dejado inconclusas por saturar nuestras vidas.

Todas esas certezas que teníamos empiezan a naufragar. Nos empezamos a dejar invadir por la duda y nos vemos en la necesidad de retomar nuestra fe para buscar respuestas, pero tal vez no obtenemos ninguna, o al menos no de la manera que esperamos.

Pero, Dios habita en el silencio. Su capacidad creadora, Su intención en nosotros, Su deseo de encuentro… todo pasa por una libertad que da vértigo.

Un Dios que impone Su verdad, Su poder, no sería un Padre, sino un dueño.

El silencio es el precio de la libertad. Y es posible que Dios nos esté hablando, pero no le podemos oír.

Estamos tan acostumbrados a que nuestra vida esté llena de actividades, que no nos tomamos el tiempo para escuchar a Dios, nos hacemos sordos a su voz.

Pero, ¿sabes qué? La voz de Dios es blanda y se oye mejor cuando se apagan los ruidos.

En la Exhortación Apostólica “Gaudete et exsultate” del Papa Francisco, en el punto 29, dice:

“Esto no implica despreciar los momentos de quietud, soledad, y silencio ante Dios. Las constantes novedades… no dejan espacios vacíos donde resuene la voz de Dios. En algún momento tendremos que percibir de frente la propia verdad, para dejarla invadir por el Señor… Así encontramos las grandes motivaciones que nos impulsan a vivir a fondo las propias tareas”.

Dios puede estar en silencio porque llevábamos tanto tiempo enfocando nuestras vidas en otras cosas...

Ahora que nos enfrentamos a una nueva realidad, es momento de aprovechar para buscar en nuestra vida y nuestro corazón eso que tanto necesitamos, para por fin escuchar Su voz y estar en comunión con Él.

Allí se dirigió hacia la cueva y pasó la noche en aquel lugar. Y le llegó una palabra de Yavé: «¿Qué haces aquí, Elías?»

El respondió: «Ardo de amor celoso por Yavé, Dios de los Ejércitos, porque los israelitas te han abandonado, han derribado tus altares y han muerto a espada a tus profetas. Sólo quedo yo, y me buscan para quitarme la vida.»

Entonces se le dijo: «Sal fuera y permanece en el monte esperando a Yavé, pues Yavé va a pasar.» Vino primero un huracán tan violento que hendía los cerros y quebraba las rocas delante de Yavé. Pero Yavé no estaba en el huracán.

Después hubo un terremoto, pero Yavé no estaba en el terremoto. Después brilló un rayo, pero Yavé no estaba en el rayo. Y después del rayo se sintió el murmullo de una suave brisa.

1a Reyes 19:9-13

Laura Valenzuela. "Tengo 21 años y soy servidora de Dios porque nuestra principal misión es salvar almas para gloria del Señor por medio de la evangelización".

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