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ReCONCILIACIÓN

  • Writer: Denisse Cueto
    Denisse Cueto
  • 1 day ago
  • 5 min read

Updated: 12 hours ago


Nuestro hijo de casi 14 años esta jugando durante el Verano baseball. Fue elegido para uno de los equipos de nuestra ciudad. Demás esta decir cuan orgullosos estamos de él, es su primer temporada jugando este deporte ya que desde siempre le ha gustado y ha jugado el basketball.


Fue después de unas lesiones que nos dimos cuenta de que había que acompañarlo a salir de su “comfort zone” por razones médicas y prevenir "burn out".


Ésta dinámica de deporte es completamente nueva para nosotros, y más aún en los Estados Unidos. Es una subcultura en donde hay dinámicas maravillosas pero también de ambientes muy tóxicos. Tenemos la bendición de haber encontrado unos excelentes entrenadores que acompañan y enseñan a nuestros hijos no solamente a enfocarse en el resultado, sino en disfrutar todo el proceso, incluso planificar y trabajar haciendo actividades para poder sus gastos de viaje. Nos sentimos muy emocionados que nuestra familia completa ha podido tener grandes e importantes conversaciones de lo que podemos ver, experimentar y disfrutar durante los juegos y torneos que la mayoría del tiempo, ¡duran el día entero!

El día de ayer, uno de nuestros jugadores fue expulsado y los chicos terminaron sólo con 8 jugadores. Tuvieron que trabajar y dar la milla extra y lo hicieron con gran honor y sin reproches. Los coaches los animaron y recordaron para lo que estaban ahí y que había que intentarlo y dar el 110%. Así lo hicieron y fue una derrota que supo a victoria.


Sin embargo, los que estábamos en las gradas, los papás, los “adultos preparados” nos quedamos cortos.

Hubo gritos, hubo reclamos, hubo algunos que incluso se retiraron del graderío, otros se quedaron y siguieron los comentarios sarcásticos, a pesar de que el coach se tomó la delicadeza de acercarse y pedir silencio y respeto. La verdad no los juzgo, he estado ahí y muchas veces, como decíamos en mi grupo de jóvenes, “he perdido la gracia”.


De regreso a casa, nuestros hijos venían haciendo comentarios de lo que vieron, de lo que escucharon, de lo que creían haber sido injusto y ahí fue donde el Espíritu Santo me recordó: No es ni el coach, ni el deporte, ni la escuela, quien les enseña. Somos nosotros, los padres, nuestras acciones y reacciones los que los forma.


Ellos nos ven 24-7, nos escuchan, nos copian, la mayoría de las veces inconscientemente. ¡Y eso es una bendición! Sé que a primera vista puede ser intimidante y mucha presión, pero en realidad, es un regalo del Señor.


Llevé al corazón toda ésta situación y el Señor me mostró como, de nuevo, es nuestra vida Sacramental la que trae luz a todo lo sucedido, y en ésta ocasión a través del Sacramento de la RECONCILIACIÓN.


Al igual que en el Sacramento de la Reconciliación, no podemos sólo quedarnos en el pecado, sino que Jesús nos invita a ir más adentro y realizarla completa.


Por muchos años, yo me referí al Sacramento como confesión, pero resulta ser que el Señor me llevo a la Catequesis Buen Pastor y me di cuenta de que me estaba perdiendo de mucho más. El Sacramento de RECONCILIACIÓN implica mucho más que confesar nuestros pecados.

 

El proceso empieza al estar abiertos a que el Espiritu Santo nos invita a hacer una pausa en nuestra vida para escuchar la Palabra de Dios y aplicarla en nuestra realidad, en reflexionar si estamos viviendo una vida de acuerdo al Evangelio y a lo que Jesús nos ejemplificó de tantas maneras. En que le permitamos mostrarnos en donde estamos “perdiendo la Gracia”.


Después de aceptar, asumir e identificar nuestra responsabilidad en ello, podemos comenzar el proceso de acercarnos al Sacerdote y realizar una Confesión. No por que tengamos que sufrir vergüenza y bochorno frente a Él, sino para recibir orientación y ayuda para identificar la verdadera raíz de esas actitudes o acciones que sólo nos drenan de la Gracia.


Su misericordia no es proporcional a nuestro arrepentimiento, siempre es y será total. Nuestra respuesta a recibirla, a pesar de nuestra culpa será directamente proporcional a lo que hagamos después. Y no sólo me refiero a la penitencia, que simplemente se convierte en un momento más en donde el Espíritu Santo nos mostrará como, en esa respuesta orante, qué es lo que debemos hacer para CONCILIAR éste proceso, cómo sanar y prevenir actuar igual en el futuro.


Yo oro y confío en que, todas esas familias, hayamos podido tener conversaciones fructíferas con nuestros hijos, sobre lo que se vivió ayer domingo Día del Padre en Estados Unidos. Que los padres hayamos podido escuchar lo que los chicos vieron y escucharon, haberse podido evaluar ellos mismos y de qué manera respondieron en vez de reaccionar. Y sin juicio ni miedo alguno, reconocer si fue proactivo o de plano se “perdió la Gracia”.


Acompañar a los chicos a identificar qué otras formas u opciones se tenían y planificar juntos que otras respuestas se puede tener ante injusticias y/o errores, para que, en futuros juegos, la experiencia pueda ser más placentera.


Mientras tanto, yo le doy gracias a Dios por que de nuevo, me deja ver un claro ejemplo de como llevar una vida Sacramental no se limita a llevar a nuestros hijos a la preparación para los Sacramentos, o llevarlos a Misa y a Reconciliación regularmente. Vivir una vida Sacramental es reconocer que la sabiduría infinita del Señor y de como sus Regalos, los Sacramentos, son un “brain map” para la verdadera felicidad y vivir la Santidad en la tierra.


Por que me llevó a crecer en un ambiente en donde los errores no me condenaban, sino eran un reflejo de una habilidad aún no desarrollada y una oportunidad para trabajar en ella y aprender. El ambiente Montessori en donde crecí y aprendí a tener ésta experiencia de vida marcó mi relación con Dios y su inmensa bondad y misericordia. Experiencia que ahora puedo compartir con nuestra familia y ustedes, mi familia virtual.


Vivamos la RECONICLIACIÓN en casa, con nuestros hijos, esposos, vecinos, seres queridos y enemigos.

Ésta es la única manera en que la vida Sacramental hará sentido a nuestros hijos en el futuro, no sólo por que nos hayan visto comulgar e ir a la confesión, sino por que llevamos el Sacramento a nuestro día a día, por que experimentaron recibir y ofrecer perdón, por que nos vieron verbalizarlo, actuar acorde, seguir intentando y disfrutar el proceso sin culpas. Por que puedan ser testigo de ver cómo nuestras capacidades siguen creciendo y desarrollando y ellos mismos experimentar dicho crecimiento.








Brenda Garza nació y creció en Monterrey, México, donde se graduó con una Licenciatura en Diseño Gráfico. Después de varios años de trabajar en una agencia de diseño, se mudó a Asturias, España para ser misionera en una comunidad de Artistas Católicos donde conoció a su esposo. Dos años después se mudaron a Puerto Rico para trabajar con la Diócesis de San Juan. Mientras estuvo en P. R., recibió capacitación en el Nivel 1 de la Catequesis del Buen Pastor. Brenda, su esposo y sus cinco hijos se mudaron a Texas en 2009 y ahí recibieron un hijo más. Desde entonces ha trabajado como asistente de Formación y Directora de Comunicaciones en parroquias de la diócesis de Fort Worth. Actualmente cursa su certificación de Nivel 3 de CBP. Le apasiona comunicar el amor de Dios a la gente y está feliz de usar sus talentos para construir el reino de Dios en la tierra.


 
 
 
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