La Santidad de un Hijo: Nuestro Fin Último como Padres
Cuando tienes hijos, siempre estás preocupado por darles lo mejor. Lamentablemente esta preocupación en el mundo de ahora se limita principalmente a dar lo mejor materialmente hablando: la mejor educación, la mejor casa, el mejor coche, el mejor celular, etc. Son pocos los padres que se preocupan por darles las mejores herramientas espirituales a sus hijos tan necesarias para que alcancen la salvación de su alma, lo que en realidad debería ser la principal meta para nosotros como padres.
Hoy en día nuestros hijos están expuestos a una edad más temprana a un mundo que esconde peligros que incluso algunos padres desconocen. El mundo de hoy es mucho más acelerado y eso hace que nuestros hijos tengan que crecer abruptamente, a veces sin estar ni física ni emocionalmente preparados, para las experiencias de vida a las que la globalización y el internet los enfrentan a tan corta edad. Si nuestros hijos no se encuentran espiritualmente fuertes, estas experiencias podrían terminar trastornando sus vidas negativamente.
Actualmente vivimos en un mundo light, donde todo es permitido. En mi opinión, el bien habrá perdido la batalla contra el mal, cuando el mal nos convenza de que no existe. Porque si el mal no existe, entonces todo está bien y todo es permitido. Una herramienta clave que tenemos para no caer en este juego y vencer a la tentación es, el discernimiento. Necesitamos en la oración pedir los dones del Espíritu Santo para poder tener así discernimiento; distinguir entre el bien y el mal y estar atentos a las tentaciones y las amenazas.
Personalmente, estoy muy consciente del daño que nos hacemos nosotros mismos al vivir alejados de Dios, al no luchar por nuestra propia salvación por ser esclavos de la ceguera que el demonio nos provoca para tenernos cautivos. Después de una vivencia dolorosísima en mi vida, tuve la oportunidad de experimentar un proceso de conversión y de acercamiento a Dios. Experimenté su misericordia divina, abracé su perdón y decidí volver al redil. Como San Pío hermosamente lo decía, así yo lo repito, hoy "bendigo el problema que me hizo arrodillarme y mirar al cielo".
Durante ese proceso, regresé con mi familia, a mi ciudad de origen. En ese mismo mes, estaba de visita en mi ciudad el Padre Patricio, un padre argentino que tiene la encomienda del Santo Padre de abrir capillas de adoración perpetua en todo el mundo. Y así, sin querer, sin pedirlo, sin merecerlo, fui llamada a convertirme en adoradora. Fui llamada a entregarle todo a Cristo, a postrarme con todas mis miserias y adorarlo y a descubrir que, como le dijo a Santa Faustina, después de haberle entregado todo, debo entregarle lo que realmente es mío: mis miserias, eso que me hace humano y necesitado de su amor y misericordia.
La adoración me abrió los ojos y el espíritu, me hizo estar sedienta de mi Dios, me hizo adicta a su presencia. Me hizo sentirme llena, de amor, de paz de Dios. Me hizo sentir ese fuego vivo que quema y arde de pasión en el corazón que quieres correr a compartirlo. Me hizo enamorarme de Dios, no necesitar nada más, me hizo quererlo encontrar cara a cara, amarlo y dejarme amar.
También así, sin merecerlo, un día me llegó el aviso de que en la capilla de adoración perpetua a la que acudía, se abría una hora de adoración especial para niños. ¡Mi corazón retumbó en ese momento! Llevar a mi hijo a mis horas de adoración en la capilla era algo complicado, porque los adultos muchas veces no entendemos que debemos dejar que los niños se acerquen y nos molestamos cuando los pequeños son niños delante de Cristo Eucaristía. Así que se me abría la oportunidad de que, durante 60 minutos, los asistentes a esa capilla se armaran de paciencia y dejaran que los niños se acercaran a Jesús, tal y como Él lo pidió.
Para mi sorpresa, la Hora Santa iba a ser dirigida por el movimiento de Armada Blanca y me adentré gozosamente en este apostolado. Armada Blanca es un movimiento eclesiástico que fue fundado por el capuchino Andrea D´Ascanio por voluntad del Padre Pío de Pietrelcina. Tiene como objetivo principal el cuidado espiritual de los niños por medio de la Consagración a Dios Padre en María, conformando nidos de oración y preparándolos para la Primera Comunión al primer uso de razón.
La espiritualidad del movimiento es vivir profundamente y difundir, especialmente entre los más pequeños en edad y en espíritu, la Consagración a Dios Padre en el Espíritu de Fátima y de Montfort que lleve a lograr el Triunfo del Corazón Inmaculado de María en ésta apocalíptica batalla contra el mal. El movimiento toma el nombre porque entendemos la importancia que tenía el Santo Rosario para el Padre Pío, recordando que él decía que con el rezo del Santo Rosario se ganaban batallas. Por eso, los nidos de oración se enfocan a enseñar a los niños a rezar el Rosario, mostrándoles que es su más gran arma contra el mal.
No conforme con darme la oportunidad de adorarlo, me pedía más, mi Dios me pedía la consagración de mi hijo a Dios Padre y al Inmaculado Corazón de María. Desde ese día que abrieron nuestro nido de oración, dijimos sí. Y poco a poco hemos hecho una comunidad de pequeños adoradores que crece y se compromete cada vez más.
Como mamás que somos, nos ayudamos y apoyamos para que si alguna no va, otra supla en su lugar. Nos ayudamos con nuestros hijos para que estén lo más tranquilos y respetuosos posible, pero más que nada, estamos al pendiente de cada uno de sus corazones para enriquecerlos con la palabra de Dios y enseñarles el camino correcto. Si bien no somos perfectas, aprendemos cada día un poco más cómo acercarlos a Dios, cómo encender en ellos la llama que los quema de amor por Cristo Eucaristía.
Con el paso del tiempo, he visto el cambio en mi niño. Dios escucha fielmente todas y cada una de las súplicas que mi pequeño hace frente al altar y lo cuida y lo protege, aún cuando yo no estoy con él. Le abre el entendimiento para que desde pequeño pueda distinguir lo que está bien y lo que está mal. Su sensibilidad está a flor de piel, no puede ver a una persona triste porque inmediatamente va a consolarla. Me acompaña a hacer obras de caridad en hospitales, asilos, y todo sin repelar. Poco a poco se convierte en un apóstol de la misericordia y yo estoy infinitamente agradecida con Dios Padre por haberlo llamado a ser instrumento de su amor aquí en la tierra a tan temprana edad.
No me queda más que invitarlas a abrirles su corazón a Dios y dejarlo llenar su corazón y el de sus hijos con su infinito amor. Permítanse que Dios pinte el corazón de sus hijos con tonos de paz, amor, alegría y gozo eterno; permítanle ser el Camino, la Verdad y la Vida de sus hijos. Dios recompensará infinitamente el que le ofrezcan el corazón de sus hijos para que Él con amor misericordioso de Padre los abrace y los tenga guardados en su sacratísimo corazón como cosa y posesión de Él y de su Madre.
Anímate a abrirle las puertas del cielo a tus hijos. Permíteles y enséñales a ser de Dios y para Dios. Busca primero el Reino de Dios, ofrécele a tus hijos y lo demás, lo demás no importa, se dará a su tiempo. Busca la salvación del alma de tus hijos, que lo demás, lo demás es terrenal y pasajero, todo pasa y nada queda. En cambio el cielo, es la vida eterna. No me imagino una muestra de amor más grande hacia ellos que buscarles la salvación y la vida eterna, a ejemplo de Santa Mónica bendita, consuelo y amparo de muchas madres como yo que tenemos depositadas nuestras esperanzas en las palabras que San Ambrosio, le decía: "un hijo de tantas lágrimas y oración no puede perderse". Y así como Santa Mónica, yo estoy decidida a arrebatarle a este mundo a mi hijo y entregárselo a través de mis oraciones y todo mi esfuerzo al Señor Nuestro Dios.
Espero quieras tú también atreverte a darle ese sí a Dios y entregarte en familia a la oración y a las obras de misericordia en la tierra. Hagamos mejores generaciones, hagamos hombres de bien, hagamos santos. Es nuestro compromiso con Dios.