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Soy Danzante de María, Soy Feliz


Este mes de diciembre comenzó diferente al del año pasado. Todo gracias a que en la escuela de mis hijos, al comenzar el ciclo, me mandaron la invitación para pertenecer al grupo de danzantes de la escuela.

La realidad es que siempre me había llamado la atención ser matlachina, pero nunca tanto como ahora. (No había podido unirme principalmente por trabajo, bebé, hijas y demás ocupaciones).

En agosto, la mamá coodinadora, con la que coincido con 2 de mis 3 hijos en la generación, me mandó la invitación personalmente y me dijo que me uniera, que sabía que me iba a gustar. Justo ese día, otra de mis amigas también me invitó a participar.

¡Ahí fue donde me llegó el mensaje!

La verdad ya no tenia "excusa" para decir que no, así que le confirmé a las dos que iba al ensayo del miércoles y que ahí veríamos si me unía al grupo.

No pasó mucho tiempo para que quedará impactada de todo lo que representa ser danzante.

Durante el tiempo de ensayos, hubo una plática, ya que como matlachinas debemos conocer a Nuestra Madre de Guadalupe y entender nuestra misión.

Nos explicaron todo el significado de la imagen. Cómo ésta fue un mensaje especial para el pueblo mexicano en el momento de la aparición de la Virgen de Guadalupe a San Juan Diego y cómo los aztecas, cuando veían la tilma, entendían perfectamente todo sin necesidad de explicación.

¡María vino a decirles a nuestros hermanos que ella es la Madre del Verdadero Dios por quién se Vive! Y que mediante ella, todas nuestras súplicas y preocupaciones serán llevadas a Nuestro Señor, quien sin duda las atenderá.

En esa plática entendí que el mensaje de María sigue vigente y es para todos. Y que ahora como danzante debo darlo a conocer...

En los ensayos aprendí términos que no conocía (chimal, coyoles, huaje, arco) y ¡lo difíciles que son los pasos!

No debes perder concentración porque si lo haces, tu compañera ya va en otra cosa y ¡se pierde toda la secuencia! Se requiere de mucha coordinación.

Ser danzante es cansado físicamente. Nunca lo imaginé hasta que estuve ahí. Pero acepté la invitación y comenzamos a ensayar todo los miércoles por las mañanas, sin saber que se venía lo bueno... ¡las peregrinaciones!

Llegó Diciembre y con él mi primera peregrinación. ¡Sentí un nervio! Pero más que eso, sentí una alegría que no se puede explicar.

Mi mente estaba emocionada, feliz, aunque también preocupada por el siguiente paso, pensando en no equivocarme.

Eventualmente me equivoqué, pero no me importó: todo vale la pena cuando se lo ofrecemos a Nuestra Madre del Cielo y a Nuestro Señor Jesucristo, para ser mensajeros vivientes de que no debemos temer, siempre que estemos bajo su manto.

Con orgullo puedo decir que soy danzante y que me hace muy feliz. Espero que mi danza sea una oración agradable a María y a Nuestro Señor Jesucristo y espero llegue al corazón de las personas que la vean...

Andrea Durán vive en Monterrey. Es católica, está felizmente casada y es madre de dos niñas y un niño. Se dedica a su familia, a guiar a sus hijos y colabora con sus papás con el comedor de beneficencia "Casa de María" que tienen desde hace 13 años.

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