La Misa también es para los Niños: Cómo vivimos la Eucaristía en Familia
Somos una familia de 7, el mayor de nuestros hijos tiene 10 años, la menor 1.
Asistir a Misa cada domingo, y a veces entre semana, ha sido todo un reto en nuestra historia como familia. Pero, ¡no nos daremos por vencidos! :)
Cuando nació nuestro primer hijo, para mí fue como un balde de agua fría, en cuestión espiritual. Se acabó el silencio y la meditación durante la Misa y por meses no podía entender a lo que el Señor me estaba llamando…
¿Debía quedarme en casa con mi bebé para no distraer a los demás feligreses? ¿”Valía” la Misa que estaba “escuchando” si había tenido que salir por lo menos cuatro veces para calmar a mi niño?
Mil ideas venían a mi mente...
Un poco peor fue cuando escuché a un sacerdote decir que los niños “no tenían obligación de asistir a Misa”, en tono de regaño. Pero perseveramos, el tiempo pasó y me di cuenta a lo que el Señor me estaba llamando (aunque aún a veces lo olvido).
De algún modo, el Señor me pedía que muriera un poco a lo que yo deseaba: a como esperaba que fuera mi domingo, a lo que según mis estándares era una Misa “bien aprovechada”.
Él me pedía que mirara a mis hijos, que estaban ahí, esperando que con amor les mostrara lo que el Señor tenía cada domingo para ellos.
El Catecismo de la Iglesia Católica (2226) dice:
"La educación en la fe por los padres debe comenzar desde la más tierna infancia. Esta educación se hace ya cuando los miembros de la familia se ayudan a crecer en la fe mediante el testimonio de una vida cristiana de acuerdo con el Evangelio. La catequesis familiar precede, acompaña y enriquece las otras formas de enseñanza de la fe. Los padres tienen la misión de enseñar a sus hijos a orar y a descubrir su vocación de hijos de Dios (cf LG 11). La parroquia es la comunidad eucarística y el corazón de la vida litúrgica de las familias cristianas; es un lugar privilegiado para la catequesis de los niños y de los padres". La parroquia es la comunidad de nuestros hijos, la Misa el inicio de su formación como cristianos.
Mis hijos han sido bienvenidos por la Iglesia desde el bautismo, no hay razón por la que deban alejarse de ella por ser niños.
Fue el mismo Jesús quien en Mateo 19,14 nos dice:
«Dejen que los niños vengan a mí, y no se lo impidan, porque el reino de los cielos es de quienes son como ellos».
Tristemente, en estos tiempos, los niños “incomodan” en todas partes. La gente pide restaurantes sin niños, vuelos sin niños y la Misa no es la excepción.
Pero debemos recordar que si somos verdaderamente pro vida debemos recibir a los pequeños, que son nuestro futuro, el futuro de nuestra Iglesia.
Los sonidos de los niños en Misa deben alegrarnos pues nos hablan de una Iglesia viva y vibrante. ¿Cómo podemos esperar que las familias se abran a la vida, si en la misma Iglesia se reciben, a veces, malas caras, poca caridad y ninguna ayuda?
Por otro lado, no podemos esperar que, después de dejar a nuestros hijos en casa esperando que se comporten mejor, lleguen a la edad en que deseen asistir a Misa y se sientan como en casa.
Ademas sería injusto dejarlos sin las gracias que podrían recibir al asistir a la Misa.
No soy una mamá que deja que sus niños hagan de todo en el templo. Tenemos reglas claras y los niños son conscientes (tanto como es posible) de la sacralidad de la Misa.
Hoy quisiera compartirte algunas cosas que nos han ayudado vivir más y mejor la Misa en Familia, tal vez te resulten útiles esta Semana Santa (Y el resto del año): -
-Llevarlos bien alimentados.
-Escoger los horarios de Misa por la mañana (en la tarde, cuando están cansados o a medio día, cuando tienen hambre, puede ser muy complicado.
- Llevarlos al baño antes de entrar a Misa.
-Vestirlos con ropa especial, que entiendan que la Misa es una fiesta y no vamos vestidos como vamos al parque.
-Recordarles a qué van a Misa, qué es lo que va a pasar (lo ideal sería poder leer antes las lecturas y el Evangelio).
-Si es posible, sentarse al frente, para que los niños puedan ver lo que está pasando.
-Cuando un bebé está muy inquieto cambiar de brazos puede hacer la diferencia, que lo cargue papá o un tío o alguien cercano.
-Dejarlos que participen, que ayuden a poner una moneda a la canasta de la colecta.
-Ponerles el ejemplo: contestar fuerte y claro, cantar, participar.
-Explicarles lo que está pasando. Antes de entonar el "Santo" el sacerdote dice: “y con los ángeles y los santos, cantamos el himno de Tu Gloria…” En ese momento siempre les digo: "¿escucharon? vamos a cantar con ángeles y santos así que ¡canten fuerte y bonito!", eso los hace cantar con ganas.
-No llevarles comida ni juguetes para no restarle importancia a la Misa.
-Que los que saben leer lleven su propia Biblia y libreta de apuntes.
-Si un bebe o niño pequeño hace ruiditos, tenerles paciencia (nadie se distrae más que los papás), pero si grita o llora, lo llevamos a caminar por el templo o vamos un momento afuera, esperamos a que se calme y volvemos a Misa. No nos quedamos afuera, venimos a Misa y ahí es nuestro lugar.
Al final de la Misa podemos felicitarlos por su comportamiento o decirles en qué pueden mejorar explicándoles el por qué. También podemos platicar qué escucharon de las lecturas o de la homilia, qué cosas les llamaron la atención. Aún con estos consejos puede que algunas veces las cosas no salgan como lo planeamos.
En esos momentos, pidámosle al Señor que nos de su luz para perseverar con paciencia, buscando la santificación en cada momento de nuestra vida como papás. La Iglesia es nuestra casa, no lo olvidemos ni dejemos que nuestros niños lo ignoren.
Somos parte de un solo cuerpo, una familia que se reúne alrededor de la mesa del Señor. No segreguemos a nadie, ni a los niños, ni a los jóvenes, ni a los ancianos, todos somos bienvenidos.
Elisa Cabello es esposa y mamá católica. Educa en casa a sus cinco pequeños, es Licenciada en Lingüística, regiomontana, apasionada de la fe y de la vida en familia.