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Seis maneras de vivir la Santidad en el Matrimonio (cuando el mundo está en contra)


Uno de los cánceres modernos que viven nuestras familias es el divorcio. Cuando las cosas no salen según el plan, el divorcio resulta el camino más fácil. Hay que “cortar por lo sano”, dicen algunos, abandonando el proyecto de amor que un día se inició.

Por eso tal vez, hablar de santidad en el matrimonio es escandaloso (y para algunos algo totalmente fuera de lo común e incluso una cuestión totalmente inalcanzable).

Hace unos días me llené de esperanza al leer un fragmento de la exhortación apostólica "Gaudet et Exultate" del Papa Francisco: “El Señor lo pide todo, y lo que ofrece es la verdadera vida, la felicidad para la cual fuimos creados” (GE1).

Parece demasiada exigencia, pero, ¿dónde podemos poner nuestro futuro, si no es en Sus manos?

Tengo 3 años y medio de casada y puedo decir que nada es como lo pensaba, ¡es mejor! Y no podría escribir estas palabras con tanta certeza, si Dios no fuera el capitán de nuestro matrimonio.

En cada reto que hemos pasado hemos invitado a Dios y a María Santísima a subirse a la barca, no como simples navegantes, si no como los conductores de nuestro matrimonio, para poder enfrentar aquellas pruebas que, humanamente, nos resultan imposibles de vencer y que nos amenzan. Son situaciones cotidianas en las que todo parece estar en contra del matrimonio y las encontramos a cada instante.

Y es que, ¿a poco no? Hoy en día vivimos en una sociedad comodina que no nos invita para nada a ser pacientes, ni a serviciales o a amar sin medida...

Bueno, pero ¿qué podemos hacer cuando el mundo está en contra de la santidad en el matrimonio?

Aquí te presento seis ideas para dar batalla sirviéndonos de actitudes cotidianas:

1. Dejar de criticar: Lo más fácil cuando algo no sale como se planeó es decir lo malo y no necesariamente de nosotros, sino de nuestra pareja. Dejamos que la lluvia de pensamientos negativos nos invadan.

Qué hacer: Lo mejor es pensar qué aporto yo y preguntarnos cómo le podemos ayudar a nuestra pareja para que juntos alcancemos nuestros objetivos. Nacimos para amar y ser amados. ¿Qué tal si en lugar de criticar acentuamos una virtud de nuestra pareja y la alentamos a hacer juntos un compromiso? Haremos mucho más que con mil palabras hirientes que no dignificarán su persona.

2. Hacer a un lado las actitudes defensivas. En este punto las mujeres somos expertas... y ¡cuánto mal hacemos a nuestra relación! Con cuánta facilidad podemos olvidar que somos un soporte y que nuestro apoyo moral y espiritual es básico en los momentos de crisis de nuestros esposos.

Qué hacer: Estoy de acuerdo en compartir con nuestra pareja lo que no nos agrada de una situación. Sin embargo, creo que es algo que debemos hacer en el momento y con respeto por la otra persona, no hay que dejarlo pasar. Asumir nuestra responsabilidad en el asunto es también buscar la santidad.

3. No bloquearse: Como mujeres, amas de casa y profesionistas, cuando algo no sale como lo tenemos en mente, nos paralizamos. Cuando nos bloqueamos no atendemos el problema, si no que nos enfocamos el sentimiento que ese problema nos provoca, cayendo frecuentemente en una actitud de molestia, de egoísmo.

Qué hacer: Lo mejor es enfrentar la situación, pero antes es necesario darle el señorío a Jesús y Él nos ayudará a tener el control emocional y físico de la situación. ¡Respira! Date tiempo para conectarte con Dios y detectar qué es lo que te hace enojar. Trabaja esas emociones y recuerda que no son las cosas como tal las que nos afectan, si no nuestra respuesta ante esos acontecimientos. Es importante aprender a soltarle a Dios lo que no podemos resolver.

4. Valorar lo que hacen los demás: Las mamás somos por naturaleza muy perfeccionistas ¡Nadie trapea mejor que yo! ¡Nadie cuida a mi hijo mejor que yo! ¡Nadie lava mejor la ropa mejor que yo! y a veces somos buenísimas para señalarle a los demás lo que no hicieron bien.

Qué hacer: ¿Has considerado hacer oración cuando trabajas? ¡Inténtalo! Mientras haces tus labores ordinarias, ora: "¡Señor barre cualquier basura del corazón de mi esposo!", "¡Señor así como trapeo este piso, trapea mi corazón, déjalo radiante así como el tuyo!". Dios pondrá en ti esa docilidad, ternura y amor que tu familia necesita.

5. Vivir el sufrimiento del otro: ¡Qué difícil punto! Nuestra sociedad no está preparada para esto. Y en nuestro hogar podemos estar conviviendo con el peor de los enemigos, el que no nos deja ver lo que están sintiendo los demás, el destructor actual de las familias: la tecnología.

Qué hacer: Las madres somos el corazón de las familias, somos el centro de nuestro hogar. Tenemos la encomienda de propiciar el consuelo necesario cuando alguien sufre. Es preciso que, en medio de las dificultades de nuestro esposo e hijos, podamos ser ese abrazo del Padre cuando los hijos se sientan abatidos, o el beso de María Santísima cuando nada sale como lo esperábamos. ¡Gran misión la de las mamás! Pero cuidado, no podemos hacerlo si dependemos tanto de la tecnología, al menos no de la forma en que nuestra familia merece.

6. Creer en la vida. ¿Qué cristiano puede decir que ama a Dios sobre todas las cosas si no ama a la vida? ¿Qué matrimonio puede decir que es uno, si no está dispuesto a donarse?

Es bien sabido que los métodos anticonceptivos representan un gran negocio al orden de políticas internacionales. Hoy los matrimonios tenemos un gran reto, además de los puntos anteriores, que es el vivir en castidad conyugal. Esto es, en cortas y afiladas palabras: no usar métodos anticonceptivos artificiales.

Nuestra naturaleza tiene implícita la posibilidad de poder espaciar los hijos para vivir la paternidad responsable a la cual nos llama "Humanae Vitae", que nos marca en el número 10: (la importancia del) "conocimiento y respeto a las funciones biológicas que forman parte de la persona humana". Es fundamental que los cónyuges reconozcan plenamente sus propios deberes para con Dios, para consigo mismos, para con la familia y la sociedad.

Qué hacer: La apertura a la vida ha de estar presente en cada encuentro íntimo de amor entre los esposos sean tiempos fértiles o infértiles. ¡Ese es el mejor sentido de la donación! ¡Estar en manos de la misericordia de Dios! Lleven este asunto a la oración y dejen que Él sea su guía en este camino de la castidad, lleno de retos, pero también de grandes satisfacciones.

Cuando escuchamos la palabra santidad creemos que sólo es para algunos, pero no es así. En "Gaudete et Exultate", el Papa Francisco nos recuerda que todos estamos llamados a la santidad y nos invita a caminar con Jesús y por Jesús. Él nos guiará cuando estemos perdidos y nos consolará cuando estemos abatidos.

Vivir un matrimonio santo es un llamado para todos a vivir en el amor y la verdadera felicidad para la cual fuimos creados. Jesús nos invita a hacer de lo ordinario, un suceso extraordinario.

Y, tú ¿estás dispuesta a recorrer ese sendero?

Brenda Montemayor es hija de Dios, esposa y mamá católica. Maestría en Ciencias de la Familia/ISEF, Comunicóloga/UANL, Diplomado en Pastoral Universitaria UDEM, Diplomado en Tanatología IJPII-Monterrey, Diplomado en Teología del Cuerpo y del Amor Humano IJPII-Monterrey, conferencista, consultora y conductora del programa de radio “Abrazo de Dios”. Fundadora del Taller "La Plenitud de Vivir en Castidad".

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