El Caminito hacia la Perfección de Santa Teresa
Cuando leí "Historia de un Alma", la autobiografía de Santa Teresa de Jesús, quedé un poco desconcertada. Es muy sencilla. Toda su vida actuó como una niña que se sorprendía de cualquier cosa que se le presentaba y tomaba hasta las más pequeñas decisiones guiada nada más por el amor. Así simplemente.
Después de meditar y meditar en su historia, compruebo que Dios ha querido que la tengamos como un ejemplo de lo que Él espera de nosotros. Sabemos que Dios nos quiere Santos, pero la petición por sí misma pareciera algo imposible de cumplir… Si sólo somos simples seres humanos, ¿cómo puede Dios pedirnos la perfección?
Santa Teresa, a través de su vida, nos indica que la fórmula para alcanzar la perfección está más cerca de lo que creemos y contiene mucho de:
Humildad: La Santa siempre se reconoció como el alma más pequeña. Se refería a sí misma como la “florecilla” de Jesús, pues se comparaba con una de las flores silvestres que tal vez pasan desapercibidas ante la gente, pero que crecen como testimonio vivo de la gloria de Dios. Pero sus aspiraciones eran grandes porque su inspiración y su fuerza siempre vinieron de Dios. Él fue el objetivo de todas sus acciones, quizá por esta razón su humildad se transformaba en amor, una gran energía y un espíritu dispuesto.
Alegría: Siempre tuvo un amor incondicional por Jesús y desde que era una niña, en su inocencia y con alegría, seguió el camino de ofrecerle hasta las más pequeñas cosas. A este proceder tan sencillo, ella le llamaba “el caminito”. Santa Teresa nos enseña que la alegría es el reflejo del amor de Dios en nosotros y se nutre de cómo reaccionemos a esas cosas pequeñas de todos los días, con una sonrisa, con una inesperada paciencia, con una palabra de aliento, soportando el sufrimiento en silencio, siendo positiva, etcétera. En su vida vemos cómo las acciones más sencillas, hechas con alegría, son tan importantes como las grandes acciones para la gloria de Dios.
Amor: Santa Teresa tenía unas ganas tremendas de servir a Dios de alguna manera, pero no podía discernir cuál era su verdadera vocación. Aunque aparentemente sería su vida religiosa en el Carmelo, ella quería algo más. Sentía que quería ser mártir, profeta, misionera... Desde niña tenía esa inquietud: “Lo quiero todo”, decía, y no a modo de capricho, sino que nacía de ella como un deseo inagotable de servir y pertenecer a Dios. Dejándose guiar por ese fuego en su corazón, finalmente encontró una vocación que lo reunía todo y dijo: “Mi vocación es el amor”. ¿Quién hubiera pensado que el mayor legado de esta Santa, en su corta vida, sería su testimonio de vida y nada más? Sólo Dios.
Con su vida, Santa Teresa nos invita al reflexionar, a unirnos a su infancia espiritual, a “su caminito”. Su santidad radica no en hechos extraordinarios, sino en hacer de manera extraordinaria las cosas más ordinarias. Te invito a que le pongamos nuestro nombre a una de las rosas que prometió Santa Teresita al momento de entregar todo su ser al Señor. Cuando el camino se vuelva pedregoso, probemos avanzar siguiendo su filosofía de vida para disfrutar más cada segundo de la nuestra, de la mano de Dios.
“No conozco otro medio para encontrar la perfección que no sea el amor”, Santa Teresita del Niño Jesús.
Rossana Guzmán nació en Monterrey, N. L. Es esposa y mamá, miembro activo del Apostolado “Makarias” y voluntaria en la Catequesis del Buen Pastor. Le apasiona conocer más para lograr el crecimiento espiritual.