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Ser una Bendición para los Demás


"Esto es lo que anhela el hombre de hoy: ver a Dios encarnado, encontrar una santidad vivida. La santidad de la vida diaria responde claramente a este anhelo", Padre José Kentenich en "Santidad ¡Ahora!".

Hace varios años empecé a leer este libro que reúne textos del Padre Kentenich, Fundador del Movimiento de Schoenstatt, pero después de las primeras páginas, lo regresé al librero. Aún no estaba lista para lo que en él iba a encontrar, para el compromiso que me iba a implicar. Después de todo, es mucho más sencillo elevar una oración a nuestro Señor y pedir su bendición, que responder a su llamado de ser Amor, de buscar ser uno mismo un apoyo para los demás. Ahora que he retomado esta lectura, hay tantas cosas que empiezan a cobrar sentido...

Amar a Dios es voltear a ver a los demás, no nada más asistir a Misa los domingos, como pensaba a mis veintitantos años. Aunque en ocasiones no lo veamos, el Amor lo invade todo, pero sólo se va haciendo presente en nosotros al acercarnos a Él, quien nos muestra el camino de la santidad diaria. Sobre esto, explica Kentenich:

"La santidad de la vida diaria es la armonía agradable a Dios entre la vinculación hondamente afectiva a él, al trabajo y al prójimo en todas las circunstancias de la vida".

Hace algunos días, en nuestro grupo de oración mensual, platicábamos sobre la importancia de balancear las tres áreas en los que damos espacio al Señor en nuestra vida y cómo la vida espiritual se va construyendo con las pequeñas cosas.

Así, podemos ser una bendición orando y uniéndonos así al sufrimiento de alguien que lo necesita (vinculación con Dios), al cocinar con gusto (vinculación al trabajo) o dedicando media hora a jugar con nuestros hijos sin distracciones (vinculación al prójimo). Con frecuencia nos olvidamos de que el Cielo ya está aquí (y... ¡qué importante es recordarlo!), pero si nos damos el tiempo para meditar y practicar acerca de esta vinculación divina, esas pequeñas cosas nos harán regresar la mirada a lo alto y nos dispondrán a servir a los demás.

Hace un par de domingos, mientras esperábamos a mi esposo afuera de la Iglesia recibí un ejemplo muy claro sobre todo esto... El Diácono salía de la Iglesia en su carro y mi hijo y yo le dijimos adiós desde lejos, pero en cuanto nos vio, se bajó corriendo del auto (aún encendido).

Se acercó nada más para preguntarnos cómo estábamos todos y cómo iba mi embarazo (con emoción te comparto que nuestra familia crecerá en Noviembre :) ). Así las cosas, pasamos algunos 20 minutos platicando y al final se despidió y se fue.

Fue algo tan sencillo, pero en esta pequeña acción sentí la firma de Dios. Me conmovió y me hizo pensar mucho en mi propia vida espiritual: "¿Estoy preparada para responder de inmediato a los demás?" o "más bien, ¿espero que ellos me provean de lo que a mi me hace falta?".

Sin duda tengo mucho trabajo personal por hacer, pero con la ayuda de Dios seguiré buscando ser más sensible a las necesidades de los demás con la fuerza de los sacramentos, la oración y el servicio.

(Todavía quedan muchas más páginas por leer del Padre Kentenich, pero ya te iré compartiendo más sobre éste y otros temas... )

No dejemos que las ocupaciones (y las preocupaciones) nos distraigan del trabajo que Dios tiene para nosotros. Sólo al vincularnos con el Señor nos convertimos en amor y bendiciones para los demás, y cuando nos movemos en esa sintonía, sin esperarlo, aparecen también muchas bendiciones en nuestro camino.

Nelly Sosa es Esposa y Mamá Católica. Su experiencia en el periodismo, en el ministerio de la música y su reencuentro con Dios en el campo la trajeron a El Árbol Menta, donde disfruta compartir sus experiencias familiares, recomendar recursos de crecimiento espiritual y cómo vivir alegre todos los días.

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