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Cómo Ser Felices... ¡De una Vez y para Siempre!

En el Sermón de la Montaña, Jesús nos dejó una serie de reglas que son poderosas promesas de vida diseñadas en el Cielo para hacernos felices.

Pero, ¿cómo podemos pensar al mismo tiempo en ley y felicidad? La ley proclama de forma llana una obligación. Pero las "obligaciones" cuando están ejercidas desde la libertad se vuelven nuestra elección, es decir, un ajuste de nuestros deseos para que primeramente alcancemos el bien y luego se vuelvan algo natural.

Aunque seguramente escuchamos sobre las Bienaventuranzas desde niñas, en la escuela y/o en la Iglesia, quiero contarte que ahora que leí el libro "Catolicismo" del Padre Robert Barron, las encontré resueltas y accesibles, traducidas para la vida diaria. (Por cierto, te recomiendo muchísimo este libro, aborda el Catolicismo de una manera muy aterrizada y entendible, lo muestra de una forma sencilla para lograr retransmitir a todo lector nuestra fe).

En el capítulo "Somos Bienaventurados", Barron propone abordar las Bienaventuranzas enfocándonos primeramente en sus formulaciones "positivas", es decir, aquellas que percibimos como resultado de hacer algo bueno, para que luego, a la luz de éstas, revisemos las "negativas", o sea, aquellas en las que obtenemos algo por sacrificarnos.

Aquí las incluyo para ti de la misma manera:

*"Bienaventurados los misericordiosos, porque obtendrán misericordia": La misericordia es la característica más distintiva de Dios. Dios es todopoderoso y omnipotente, es perfecto y completo, no necesita nada. Así pues, todo lo que hacemos enfocados hacia Él, hacia los suyos, nuestro prójimo, regresa hacia nosotros.

*"Bienaventurados los limpios de corazón, porque verán a Dios": Jesús nos invita a colocar el amor divino, en el centro de nuestras vidas, debe ser nuestro inicio, nuestro medio y nuestro final. Todas las demás cosas encontrarán su lugar en torno a ese deseo central. Seremos felices cuando no haya ambigüedad en nuestros corazones, puede haber muchas cosas que nos interesen, que nos apasionen, pero nada de esto debe interferir con nuestro núcleo de bondad, amor y buena voluntad.

*"Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados": Superficialmente queremos muchas cosas: vestido, un lugar donde vivir, lujos etcétera, pero esencialmente, ¿qué es lo que queremos? Si lo que queremos es algo distinto de la voluntad y el propósito divino, permaneceremos irremediablemente insatisfechos, insaciables. Aquí aplica muy bien la frase de San Agustín: "Nos hiciste, Señor, para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti".

*"Bienaventurados los que trabajan por la paz, porqué serán llamados hijos de Dios": Alguien que se ordena hacia Dios es alguien que trabaja por la paz. Dios es amor, es quien da la paz que no acaba. Si trabajamos para Dios, con amor y misericordia, hasta en las tareas más sencillas de nuestra vida diaria, irradiaremos un poder conciliador, como lo hacen los santos, manteniendo la unidad en las personas de nuestra vida en un lazo de misericordia y amor; esto es nuestra labor como hijos de Dios.

*"Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos": Como nos señala el Padre Barron, esto no tiene nada que ver con la pobreza económica, tiene que ver con el desapego. Cuando la buena voluntad es nuestra principal preocupación, no nos volveremos adictos a los bienes materiales y además podremos usarlos con gran eficacia para los propósitos de Dios.

*"Bienaventurados los que lloran, porque serán consolados": No se trata de ser masoquistas, menos de ser infelices a propósito esperando un consuelo. Se trata ahora de cuando estamos atados al placer de nuestras emociones. Toda sensación placentera, física o psicológica, es maravillosa, pero al ser momentánea, en nuestra búsqueda constante de la felicidad, enfocándonos solamente en ese placer, se puede convertir en una adicción y quitarnos nuestra libertad espiritual, física y hasta mental. Nos puede llevar a tomar decisiones que a la larga sólo nos angustien y nos destruyan, de una u otra forma. Si no nos hacemos esclavos de estos placeres, podremos seguir la voluntad de Dios sin ataduras, soportando el "sufrimiento" que nos pueda provocar el decidirnos por un bien mayor.

*"Bienaventurados los mansos de corazón, porque heredarán la tierra": De nuevo, Jesús se refiere al camino del desapego. Muchas personas a lo largo de la historia y hasta nuestros días han creído que la adquisición de poder es la clave de la felicidad. Hasta Jesús mismo fue

tentado con el poder. Los mansos de corazón son aquellos que permanecen libres de la adicción al poder mundano, y estos son los que son aptos para transmitir el poder divino en el mundo, pues transitan en un mundo sin obstáculos. Recordemos que de nada sirve acumular tesoros en la tierra, donde la polilla y el óxido los destruyen (Mt 6,19-21).

*"Bienaventurados los que son perseguidos en nombre de la justicia, porque a ellos pertenece el Reino de los Cielos": Aquí se hace referencia al apego adictivo al honor. Que no se malentienda, el honor es algo bueno, pues está relacionado con la presencia de cierta excelencia. Es cuando el amor al honor se convierte en nuestra principal preocupación cuando acaba convirtiéndose en una fuente de sufrimiento. Es fácil caer en la actualidad, con todos nuestros medios de comunicación, en la necesidad de hacer de todo para ser aclamados y reconocidos. Por tanto, qué afortunados son los que no estando apegados al honor pueden seguir la voluntad de Dios, aunque esto implique ser ignorados o rechazados.

En resumen: sólo vaciándonos de nosotras mismas, es como podremos dejar que el Padre empiece a llenarnos. Santo Tomás de Aquino decía que los cuatro sustitutos de Dios son la riqueza, el placer, el poder y el honor, si logramos dejar de ser esclavos de estos, nuestro Señor podrá habitarnos y hacernos sus instrumentos. Así lograremos ser felices… de una vez y para siempre.

Rossana Guzmán nació en Monterrey, N. L. Es esposa y mamá, miembro activo del Apostolado “Makarias” y voluntaria en el catecismo de El Buen Pastor. Le apasiona conocer más para lograr el crecimiento espiritual.

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